domingo, 4 de julio de 2010

Apuntes de periodismo, 5. Contarlo o no contarlo

(Primera publicación: 28 de enero de 2010)


¿Se debe revelar, si se conoce, la identidad de un paciente trasplantado de cara?

Eso es delito, Juan , me decía Alfredo Martínez cuando le pregunté qué le parecía que Diario de Sevilla hubiera dado detalles de la primera persona que recibe en Andalucía una intervención de este tipo.

Yo no pienso contarlo, apostillaba Paz Mediavilla, mientras lo comentábamos con Taite, jefa de prensa de la consejería andaluza de salud, que nos anticipó que el hospital virgen del rocío tiene la intención de actuar judicialmente contra quienes revelen datos que atenten a la privacidad tanto de la persona trasplantada como del donante.

Pues a mi me han mandado al pueblo que aparece en la información del diario para grabar ya unas imágeneses, comentaba Rocío Martínez.

Una vez más nos encontramos ante el eterno dilema. ¿Debe un periodista guardarse una información que conoce? ¿Es éste un debate profesional, ético o judicial?


El doctor Tomás Gómez, jefe del equipo que ha realizado este 27 de enero en el hospital Virgen del Rocío el primer trasplante de cara en Andalucía y el noveno en el mundo

Porque si el debate acaba siendo judicial, y a tenor de lo ocurrido recientemente con dos periodistas de la Ser a propósito de la publicación en Internet de una lista de afiliados al PP –como se sabe han sido condenados y hasta el fiscal general del Estado ha dado la razón en parte al juez que firma el auto- si la solución de este tipo de dilemas, digo, es recurrir a las togas entonces… que el señor nos pille confesaos

Os cuento mi postura: Si creo que tengo que darlo, lo daré, sin más limitaciones que mi sentido profesional de la utilidad de esa información. Soy yo quien decide si los datos que manejo para elaborar una información aportan algo o no a la historia que finalmente cuento y divulgo.

Quien permite que yo conozca algo que no debería conocer según él pero a pesar de todo me lo cuenta, se expone inmediatamente a que eso sea conocido si mi criterio me lleva a publicarlo. Porque su obligación es intentar impedirme que yo lo conozca y la mía, él lo sabe, es publicar aquello que he conseguido saber.

¿La ley? Pues claro que hay que cumplirla. Pero se supone que yo ya la conozco y que ejerzo mi trabajo con sentido de la responsabilidad ¿o no se supone?.¿Delito dar un nombre? Pero por favor, ¿de qué estamos hablando? Otra cosa es que, conociéndolo yo, decida no publicarlo.

Creo que la consejería de salud hace mal con amenazar y aún peor si finalmente lleva a los tribunales el asunto. Recurrir al juzgado, por muy en desacuerdo que se esté con el ejercicio de la libertad de expresión, es pan para hoy y hambre para mañana en materia de libertades en general. Y los políticos que hoy recurren a eso corren el riesgo de probar más pronto que tarde su propia medicina.

J.T.
28 de enero de 2010

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