martes, 6 de julio de 2010

Las amenazas de Martínez Camino

(Primera publicación: 3 de diciembre de 2009)


Juan Antonio Martínez Camino

Tocan las narices a una buena parte –yo diría la mayoría ya- de la sociedad española. Tocan las narices por activa, pasiva y hasta reflexiva: ahora te amenazo, ahora te presiono, ahora te excomulgo, ahora te obligo a humillarte en público si eres un político que yo creía de los míos pero no haces lo que a mí me gusta que hagas…

Luego se les va la fuerza por la boca, porque tengo un montón de amigos que han querido apostatar y no lo consiguen: les dan largas con trámites burocráticos mil con tal de que las cifras de católicos oficiales no disminuyan.

Las estadísticas infladas son pasta y con pasta por medio ya es que se desmelenan de manera directa, indirecta y hasta transversal: no te pago el IBI, trinco del IRPF, te obligo a concertar los colegios de mis curas y mis monjas para, con tu dinero, comerle el coco a los niños cuyos padres le tienen miedo a esos institutos que no son mejores porque el dinero que necesitan para mejorarlos ya nos lo quedamos nosotros… Y así sucesivamente.


Antonio María Rouco Varela


Retrocedemos, queridos amigos. Cuando escucho los exabruptos de Martínez Camino, Rouco y compañía -los más recientes amenazando a los políticos que voten a favor de la nueva ley del aborto- miro el calendario y me froto los ojos, porque el discurso va cambiando a peor. Hace treinta años en España los obispos no se dedicaban a este tipo de cosas.



Y la verdad es que no lo entiendo: la iglesia es el negocio que más tiempo lleva abierto: dos mil años con clientela. Se supone que son expertos en mantenerla y aumentarla. Y si optan por lo que optan últimamente, aunque a algunos nos rechine, es que sus datos deberán tener para empecinarse en continuar por ese camino, sus encuestas, sus estudios de campo, digo yo…

Porque de un suicidio no creo que se trate. Si así fuera, nos facilitarían la tarea para dejar de informar sobre sus enfervorizadas diatribas: en nuestro oficio, como se sabe, existe un pacto tácito por el que no solemos hacernos eco de los suicidios.

J.T.
3 de diciembre de 2009

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