domingo, 30 de octubre de 2011

Elecciones en el mes del Tenorio


Narcisista, seductor, jugador y pendenciero entre otras lindezas, don Juan Tenorio regresa puntualmente por estos días a muchos escenarios españoles, como es costumbre que suceda cada mes de noviembre.

La historia del conquistador pertinaz que amaba el amor pero no la persona "amada", que buscaba sin encontrar y que burlaba lo encontrado se verá este mes que entra obligada a competir con otras puestas en escena semejantes a la suya.

Plazas de pueblo, polideportivos, hipódromos, plazas de toros y descampados varios albergarán este noviembre mítines en los que actuarán otro tipo de seductores, pendencieros y truhanes de toda condición y estirpe dispuestos a convencernos de lo guapos y listos que son y de lo mucho que nos convienen.

En el Tenorio de Zorrilla, como en el de Tirso de Molina, el protagonista apostaba por conseguir lo más inaccesible, y para ello desplegaba su mejor repertorio de galanterías y ardides de seductor profesional. No tenía ningún reparo en prometer todo lo prometible. Y una vez conseguido su objetivo, abandonaba su presa sin escrúpulo alguno.

Es pues, sin duda, noviembre, el mejor mes para que los políticos representen ese paripé llamado campaña electoral

Pero don Juan, amoral y asesino, tiene al final de la obra un instante de arrepentimiento que le basta para redimirse

En esto el Tenorio gana

Porque visto lo visto, a la casta política le deben gustar más sin duda las versiones de "Don Juan" que hicieron Molière o Mozart,  y en las que burlador muere sin arrepentirse

Ellos, nuestros políticos, van a lo suyo

Aunque acaben en el infierno

J.T.

domingo, 16 de octubre de 2011

15-M, 15-O... ¿Cómo administrar el éxito?


¿Qué hacemos ahora con tanta indignación?

¿Cómo administramos tanto cabreo?

¿Por dónde empezar a meterles mano a los responsables de nuestro mosqueo?

Cinco meses han pasado desde el domingo 15 de mayo, cuando faltaba una semana para las elecciones municipales

Cuando llegué aquella tarde a la plaza de España de Sevilla, creo que ni el más optimista podía imaginar que aquel quince eme acabaría convirtiéndose en el 15-M.

Cuando retuiteé la convocatoria, cuando la propagué por facebook, cuando me hice eco en este blog de la cita y bombardeé de correos por gmail a amigos y conocidos, yo no podía pensar que esto se pudiera convertir en lo que se ha convertido.

Aquella tarde del 15 de mayo de 2011 fue mágica y memorable.  Así creo que la vivimos todos los que participamos en tan primaveral protesta callejera. Por primera vez en mucho tiempo formaba yo parte de una manifestación sólo como un número: no iba a trabajar, como tantas veces, ni a curiosear como -admito- tantas otras. Iba a sumar, a ser uno más, para que luego no dijeran que somos cinco o seis. Caminé rodeado de gente de lo más variopinto: la familia completa que había dejado el parque para otro día, la pareja de sesentañeros que bien podrían venir de misa, el rasta, el progre barbudo, los grupos de veinteañeros que seguro habían dejado vacías las residencias de estudiantes...

Fue aquello una oportuna semilla sembrada en el momento justo y que este sábado 15 de octubre, 150 días después, hemos podido comprobar cómo ha fructificado.

Ahora toca administrar el éxito

Sí, estamos muy cabreados. ¿Y ahora qué?

Sí, estamos tela de indignados... ¿Y?


Cinco meses han pasado desde el domingo 15 de mayo, cuando faltaba una semana para las elecciones municipales. Ahora falta poco más de un mes para las generales

Como traduzcamos en las urnas nuestro mosqueo igual que aquel 22 de mayo, cuando la derecha tiñó de azul el noventa por ciento de la piel de toro, habremos certificado sin remedio una maravillosa muerte de éxito.

Seguiremos llenando las plazas de indignación y cabreo, ok. Y ellos, desde sus despachos, seguirán descojonándose de todos nosotros, mínimo, cuatro larguísimos años más.

J.T.

domingo, 9 de octubre de 2011

Duran i Lleida sale del armario

Duran i Lleida desayunando en su habitación 
del hotel Palace de Madrid, su "bar" particular

El católico Duran i Lleida, como tantos otros políticos como él, cuando huele elecciones se pone las pinturas de guerra, se olvida de la caridad cristiana y se aferra a cualquier proclama con la que él crea que puede conseguir un voto más.

El comedido Durán i Lleida, como tantos otros comerciantes como él, se traviste en época electoral. O quizás es cuando saca su verdadera cara. Cuando sale del armario.

Y mira por dónde, uno de sus temas más recurrentes, como el de tanto politicastro de derechas, es meterle caña a los andaluces. Así que, ni corto ni perezoso, este otrora prometedor catalán se ha descolgado con la siguiente lindeza:  “No hay derecho. Nuestro payés no puede recoger la fruta porque no hay dinero, mientras que en otros sitios de España, con lo que hacemos nosotros, reciben el PER para pasar toda la jornada en el bar de su pueblo”.

Ahora ha sido con esta gilipollez, pero la verdad es que da igual con qué. Cada tanto, y últimamente con sospechosa frecuencia, los andaluces solemos ser objeto de ataques por parte de políticos de derechas que abrevan en el resto de España. Políticos, o lo que sean que, para difamarnos, suelen emplear “perchas” muy variadas: “subsidiados” nos llaman, o incultos, o amantes de los bares,  o vagos…

Ante ataques como los de Duran, como ante los de Artur Mas la semana pasada, o los de Aguirre, Mato y tantos peperos en otros momentos de infausto recuerdo, los políticos andaluces suelen limitarse a rasgarse las vestiduras y a protestar. Lo hacen de una manera tan tímida que parece que si se quejan es porque no les queda otro remedio.

Protestar así, ellos lo saben, no vale de nada ni para nada

¿Por qué?

Pues porque desmontar tópicos es un trabajo duro que precisa una planificación, una estrategia larga y concienzuda.

Porque ni la izquierda andaluza (bastante descafeinada últimamente, por cierto), que lleva 30 años seguidos gobernando, ni mucho menos la derecha de esta comunidad autónoma se han propuesto nunca en serio una política de imagen que permita conocer mejor, a quienes no viven aquí, la Andalucía cotidiana.

Nadie se ha tomado nunca en serio la marca “Andalucía” para venderla como se merece

Esto que escribo es una modesta reseña a vuelapluma, por lo que no pretendo precisamente desgranar ningún catálogo de méritos. Tampoco soy, ni me gustaría serlo, una portavocía propagandística de la consejería andaluza de Innovación. Así que, como se puede entender fácilmente, no voy a exponer aquí ningún prontuario de las “virtudes que nos adornan”.

Pero sí me gustaría que quedara clara una cosa: el trabajo que se hace en Andalucía en todos los ámbitos (educación, investigación, snaidad, etc…) no tiene nada que envidiarle al que llevan a cabo los vascos, los madrileños, los catalanes o los valencianos. Arrancábamos desde muy abajo y hemos acelerado bastante más que ellos. Y con resultados. Ellos lo saben, como nosotros sabemos también que ellos tampoco son, como se cuenta en tanto chascarrillo, las lindezas que les atribuyen en tanto tópico conocido y donde se les pone literalmente a parir.

Qué pena me da que, mientras nos ponemos a parir los unos a los otros, perdamos excelentes ocasiones de sumar fuerzas en los frentes más variados y así poder afrontar unidos tantas y tantas cosas que nos permitirían con mayor rapidez y eficacia intentar, y probablemente conseguir, comernos el mundo juntos.

Pero la derecha pepera española y la convergente catalana no parecen estar por la labor. Los de Duran y Mas han sido sólo los episodios más recientes. ¿Cuál será el próximo? Y mientras tanto los políticos andaluces, los unos y los otros, con cara de pasmo y sin saber qué hacer. Como siempre.

J.T.