miércoles, 3 de abril de 2013

¡Viva el "escrache"!


El término "escrache", cuyo uso está últimamente tan de moda, se emplea para referirse a manifestaciones pacíficas en las que un grupo de personas se dirige al domicilio o lugar de trabajo de alguien a quien se quiere denunciar por algo y expresa allí su protesta. 

En las últimas semanas en nuestro país este tipo de acciones las han llevado a cabo los afectados por las hipotecas a las puertas de las casas particulares de algunos políticos. Buscan el apoyo a una Iniciativa Legislativa Popular  (ILP) presentada el pasado mes de enero en el Congreso de los Diputados para que las deudas hipotecarias se salden con la dación en pago, se paralicen los desahucios y se promueva el alquiler social. Se trata de una ILP que cuenta con el apoyo de 1.402.854 firmas.

El escrache será todo lo políticamente incorrecto que se quiera, pero a mi me parece un verdadero hallazgo.

He visto por ahí tuits y entradas en facebook de avezados activistas denostando el escrache y, lo reconozco, me han hecho pensar. Si alguien como por ejemplo mi admirado Jaume d'Urgell, que en su día fue juzgado y condenado por izar la bandera republicana en el edificio de los Juzgados de lo Contencioso-Administrativo de la Gran Vía madrileña, y que hace ya siete años llegó presentar una petición parlamentaria instando la supresión de la monarquía... si alguien así tiene sus dudas sobre el escrache... uno, la verdad, lamenta llevarle la contraria, pero se la llevo. 

Le llevo la contraria a Jaume porque basta con recordar las muchas muertes de personas desesperadas, (mujeres y hombres que en los últimos meses se han quitado la vida tras recibir la amenaza de desahucio por no poder pagar los plazos de hipoteca) para entender que hay que hacer algo. Basta con sentir de cerca tanta tragedia injusta, sobre todo porque son evitables y nadie las evita, para entender que los brazos cruzados no pueden ser la respuesta. Ni la tan manida resignación cristiana. Ni tampoco, parece claro, la confianza en la justicia o en la ley. La dación en pago (devolver el piso perdiendo lo pagado pero sin nada más que pagar) sería un camino. Se puede, pero no quieren.

Según datos del poder judicial, entre 2007 y el tercer trimestre de 2011 se iniciaron 349.438 ejecuciones hipotecarias en España. Desde 2011, cada día se iniciaron 212 procesos de media; es decir, 6.360 al mes. En 2012 se iniciaron en los órganos judiciales españoles 91.622 ejecuciones hipotecarias, un 17,7% más que en 2011. Es fácil pues hacer cuentas y deducir que a día de hoy hemos sobrepasado ya con creces las 450.000 "ejecuciones" (nunca un término fue tan gráfico) hipotecarias.

Por eso insisto: creo que el escrache es higiénico. Es como poner sobre la mesa la materialización visual de nuestras fantasías. Todos queremos, cuando vemos una película, que el malo pague sus culpas y que el bueno gane la partida aunque tenga que hacer algunas trampas, como Clint Eastwood en "El bueno, el feo y el malo". Y digo yo que ya era hora de que los malos, por los menos, se llevaran algún que otro sustito.

El escrache tiene ese punto justiciero que enamora. Ese punto que hace que el humilde, el impotente, el puteado, se sienta vengado en cierta manera.

El escrache es la punta del iceberg del sentimiento popular. Se están incubando diferentes maneras de hacer patente lo hasta los huevos que estamos todos y esta es una de las primeras puestas en escena de ese hartazgo: una manera elocuente, directa y, si se me apura, demasiado light para lo que a muchos se nos pasa cada día por la cabeza cuando leemos, vemos o escuchamos cómo se lo llevan crudo en todos los escalones, instituciones y estamentos públicos, privados y "mediopensionistas".

Como dice el economista Arcadi Oliveres, el escrache es "totalmente legítimo y necesario".

En la escaleta de tanto noticiario atestado de pornografía corrupta, el escrache es una modesta teta al aire reclamando el derecho de su propietaria a exhibirla con orgullo. El escrache es una teta bien puesta en medio del porno cutre que va de Botswana a Ginebra, de los eres a los urdangarines, de los bárcenas  a los bancos rescatados que han dejado en la puta calle a centenares de miles de familias mientras sus gestores engordaban su patrimonio con salarios e indemnizaciones indecentes, sucias, malolientes... directamente inasumibles.

Lo siento, querido Jaume d'Urgell. Pero mientras las cosas continúen así... ¡viva el escrache!

J.T.