martes, 11 de junio de 2013

Mienten y roban, pero luego se confiesan y ya está



Todo el cemento que no se acabó de gastar por culpa de la burbuja inmobiliaria parece haberse quedado incrustado en sus hieráticos caretos. Solamente en lo que va de semana hemos sabido:

- Que el presidente del Senado no declaró a Hacienda un préstamo de 24.000 euros que le hizo su partido.
 - Que un alto cargo del pp, González Pons, reside tan pancho en un piso que el partido le tiene alquilado a una trama corrupta, lo que le permite a él embolsarse limpias las dietas de desplazado.
- Que al ex tesorero de marras del partido, el ínclito Bárcenas también conocido como Luis el Cabrón, y a su mujer se les complica todavía más su ya compleja situación penal por un turbio asunto relacionado con venta de obras de arte.
- Que, según se deduce de las declaraciones de Jaime Ignacio del Burgo ante el juez, el asunto de los sobresueldos salpicaría ya también al mismísimo José María Aznar.

Suma y sigue: ni un solo día sin conocer una pillería nueva, una mentira nueva, una patética justificación que, por mucho que estemos preparados para escuchar barbaridades, acaba superando nuestra capacidad de asombro. Si alguna vez tuvieron conciencia de transgresión, parece claro a estas alturas que hace tiempo que la perdieron por el camino. Tan religiosos ellos, no parece preocuparles demasiado mentir como bellacos ni llevárselo calentito.

Cospedal y Floriano llevan cuatro largos meses cubriéndose de gloria con alambicadas explicaciones a cuál más antológica. Aplicando a rajatabla la regla de oro del infiel al que pillan con las manos en la masa: no te lo vas a creer, cariño, pero esto no es lo que parece. Lo niegan todo, lanzan balones fuera, se defienden atacando y esperan confiados a que pase el chaparrón. Pero hace tiempo ya que los rayos y truenos de este tormetón se pasaron de castaño oscuro.

A esta abultada colección de fechorías hay que sumar las que perpetran en su condición de gobernantes: machacar hospitales, asustar a los viejos, desmotivar a los jóvenes, restringir derechos a las mujeres, desmontar nuestro universo laboral, apretar las tuercas fiscales hasta el infinito a los cuatro infelices que aún conservan una nómina digna...

Estos católicos ultramontanos, promulgadores de leyes que nos retrotraen a los años sesenta, no parecen tener reparo en saltarse a la torera todos los mandamientos de su propia ley. Un chollo eso de poder confesarse después y quedar como nuevos. Que te pongan el contador a cero el domingo y el lunes empezar otra vez a robar, a mentir, a justificar lo injustificable.. y a gobernar favoreciendo sinvergüenzas y aplastando indefensos.

Me queda una esperanza: Que, al igual que pasó con Al Capone, los acaben cazando gracias a los libros de contabilidad.

J.T.

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