viernes, 13 de septiembre de 2013

¡Qué aburridas son las declaraciones de los políticos!


Si el comportamiento del ser humano es perfectamente previsible, el de los políticos, a ratos también humanos, lo es todavía mucho más.

Soraya SS y su cohorte se podían haber ahorrado sus declaraciones tras la Diada: todos sabíamos, o nos temíamos,  que iban a apelar a la mayoría silenciosa. Como la consejería de Interior catalana se podía haber ahorrado la suya: todos sabíamos que iba a exagerar la cifra de participantes que cubrieron los más de 400 kilómetros de la "Vía catalana por la independencia". Susana Díaz, la nueva presidenta andaluza, se podía haber ahorrado la no-contestación de esta mañana en la Ser cuando Pepa Bueno le preguntaba sin éxito una y otra vez si reconsideraría el nombramiento de Griñán como senador en el caso de que resultara finalmente imputado en el asunto de los Eres. Totalmente previsible su "si eso se produce, ya se verá".

Y así podríamos seguir hasta el último cargo del último pueblo de España, fuere del partido que fuere: raramente nos sorprenden, raramente se saltan el guión, raramente transgreden las declaraciones de manual del que todos acaban echando mano para ir tirando, que el tiempo pase y la velocidad con la que unas noticias matan a otras juegue a su favor.

Yo propondría a los políticos una técnica para que todos ahorráramos tiempo y dinero: catalogar del uno al cien, o al mil o al dos mil, da igual, las respuestas más previsibles, las más repetidas, que además por lo general suelen ser sosas, planas, ambiguas y con escaso o nulo interés. Así a sus asesores les bastaría con hacernos llegar el número de respuesta que toca en función de lo que le preguntemos; nosotros tiraríamos de directorio y... ¡hop! cobertura resuelta:

- Oye, le diríamos, qué valoración hace tu jefe de...?

- La 83, nos contestaría, por ejemplo. Y ya tú sabrías que la contestación que tendrías que colocar, según aparecería en el directorio, sería: "Respeto las decisiones judiciales"

- La 25. Iríamos al manual y copiaríamos: "No he podido leer aún el informe al que usted se refiere"

Respuestas como "Habrá que estudiarlo antes de tomar una decisión" o "Es mejor esperar a ver qué dicen los expertos" tendrían también su correspondiente número. Podrían agruparse por temas, en distintas "carpetas", de tal modo que fuera muy fácil echar mano de frases como "Esto va mejor", "El trimestre que viene mejoramos ya seguro" o "Estamos saliendo de la crisis". La de los "brotes verdes" estaría en la carpeta de frases poco afortunadas o quemadas de tanto usarse. Y no podría faltar ni un apartado con perífrasis enrevesadas para que tarde en entenderse lo que realmente quieren decir ni frases que de pronto se ponen de moda como "Estamos en un tiempo nuevo".

También, cómo no, dispondríamos de un manual de réplicas basadas en el "y tú más". Arsenales de datos a los que recurrir apenas el aludido por un determinado ataque quisiera replicar. Ahorraríamos tiempo, desplazamientos, material, minutados y transcripciones. Serviría para lo mismo, es decir, para nada, pero sería mucho más barato, más limpio y más breve.

Fuera ya de coñas, yo creo que ha llegado el tiempo en que los políticos tendrían que dejar de ser tan previsibles. No puede ser que cada vez que salen los datos del paro, del IPC, la encuesta del CIS  o la cifra de muertos en carretera sepas ya de antemano cuáles son los "totales" que te van a soltar. ¿Para qué tanto gasto en liturgias inútiles?

El tiempo que perdemos en darle bola a bustos parlantes que comparecen de manera periódica con la pasmosa habilidad de no decir nunca nada nuevo, de repetir siempre la misma y cansina cantinela, es tiempo que no utilizamos para lo verdaderamente indispensable en periodismo: trabajar esas historias a pie de calle que tantas veces se nos escapan vivas, esas que todos estamos deseando conocer y propagar, y que los políticos tanto temen que salgan a la luz (los nombres y las caras de los ciudadanos que sufren las consecuencias de su manera de gobernar: enfermos sin operar, dependientes sin atender, niños sin comer, sí, sin comer; parados sin perspectivas de trabajar, desahuciados por no poder pagar los plazos de la hipoteca...)

Por eso nos entretienen diciendo sin decir, compareciendo sin contar nada, o mintiendo descaradamente cuando ya se ven acorralados. ¡Cuántas previsiones informativas cuya obligada cobertura nadie osa hoy por hoy discutir dejaría yo con un palmo de narices! Porque entre que convocan para entretener y que tú caes en la trampa de acudir (por criterio periodístico unas veces y por imposición empresarial otras), se te va pasando el arroz, pierdes el tiempo, los recursos y las energías... y los meses van transcurriendo. Tú sin contar las historias que realmente sabes que interesan y ellos sobreviviendo. Hasta que todo estalle.

Porque entre los factores del comportamiento humano que son perfectamente previsibles está también la pérdida de la paciencia, que suele aparecer cuando quienes te gobiernan no solo te toman por tonto día tras día sino que no se cortan un pelo en mentirte en tu cara usando, además, previsibles frases de manual. Todo tiene un límite.

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