domingo, 23 de febrero de 2014

Para el pp, la insolencia es más rentable que la decencia


Elpidio Silva lo dijo la otra noche muy clarito: cuando pones al aire las vergüenzas de la derecha, cuando le tocas... puntos sensibles que evidencian su desfachatez ya puedes ser juez, periodista o pensionista: ellos se lanzarán a tu yugular sin misericordia. Una de las tácticas que más utilizan es la desacreditación: denigrar al incauto que ha llegado a creerse que se puede ser honesto y coherente en el desarrollo de su trabajo pese a quien pese y caiga quien caiga.

Un antiguo periodista de deportes venido a más a la sombra de Pedrojota arremetió sin pudor alguno este sábado contra el juez y, en su desprejuiciada táctica, llegó a poner en cuestión la manera de acceder a la judicatura del hombre que osó encarcelar a Blesa. Cuando fue debidamente puntualizado Inda, que así se llama, subió varios escalones en el argumentario habitual, tachó a Silva de moroso y luego insinuó que tenía problemas siquiátricos.

¿Argumentos? ¡Qué más da! Lo importante son los directos al hígado, las preguntas capciosas, el desvío del debate de su verdadero núcleo para intentar despistar al escuchante. En el mismo debate televisivo, otro excachorro de Pedrojota se revolvió como una serpiente cuando no le gustó una puntualización de Pablo Iglesias y se sacó de la manga una manipuladora y torticera acusación sobre presuntas ayudas del gobierno de Venezuela.

¿Será posible algún día evitar que los debates se prostituyan de esta manera? No puedo evitar asociar ideas y recordar el único de los debates de "La Tuerka" en los que he vivido la estridencia. Fue el pasado 13 de enero y entre los contertulios de aquel día estaba, fíjense qué curioso, un tal Francisco Granados que se dedicó a impedir la exposición fluida de las ideas, interrumpía constantemente y rompía la línea habitual de sosiego y discrepancia civilizada que suele caracterizar a esta tertulia.

Lo más terrible de esta derecha corrupta es la deriva que han ido tomando a la hora de enfrentarse a las acusaciones. Han pasado del "Y tú más" al "Sí, he sido yo, ¿y qué?". Visto lo difícil que tienen ya parecer decentes, han optado por ser directamente insolentes. Asumido que ya sabemos lo sinvergüenzas que son, han optado por partir de ahí para explorar sus posibilidades. Ya no se comparan contigo sino que directamente te denigran, como al juez Silva. 

Dicen que corremos el riesgo de que aparezca un populista al estilo de Jesús Gil. ¡Qué va! Las tácticas de aquel delincuente y sus secuaces ya las emplean en el pp. Han descubierto que, teniendo la sartén por el mango, repartiendo prebendas y mimando a los suyos tienen garantizado el coro de palmeros, el beneplácito y el voto de quienes, hagan lo que hagan, serán siempre sus incondicionales.

Como en el fútbol, un espectáculo cada vez más prostituido, en el pp saben que sus hinchas serán siempre implacables con el adversario e incondicionalmente comprensivos con ellos. Dan igual las zancadillas, las trampas, los goles con la mano o lesionar al contrario por seis meses. El juego sucio complace a los tuyos y enerva a los adversarios y de eso se trata: de distraer, de cabrear, de poner de los nervios al contrario mientras los tuyos te jalean, ganas el partido y te lo sigues llevando crudo.

¿Cuentas en Suiza? Menuda minucia. ¿Sobresueldos en negro? ¿Facturas falsas? ¿Pero qué me dice usted? ¿Desvalijar el banco que presides desde tu despacho de baranda? ¡Bah! Lo importante es que el árbitro no te vea meter el gol con la mano. Ya no hace falta que lo niegues ni tampoco importa que los vídeos te dejen en evidencia: el gol subirá al marcador, ganarás el partido, los tuyos saldrán a las calles a celebrarlo y tú, tan pancho, podrás continuar denigrando a cualquier juez, periodista o incauto que se proponga acabar con todo esto.

J.T.

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