jueves, 26 de mayo de 2016

Parecen empeñados en que gane Podemos

¿A qué demonios ha ido en realidad Albert Rivera a Venezuela? Si yo estuviera en el lugar de este atildado jovenzuelo catalán, ponía inmediatamente de patitas en la calle a mi asesor de imagen ¡Menudo ridículo! Parecía un representante de comercio de los de antes, de aquellos que iban en Seat Seiscientos de pueblo en pueblo con el muestrario de botones, carretes de hilo, ovillos de lana y cremalleras anotando pedidos por las mercerías y las tiendas de ultramarinos mientras ponía los dientes largos a los lugareños hablándoles de los progresos y los inventos modernos que ya disfrutaban en la capital.
Si el líder de Ciudadanos buscaba cabrear a alguien, lo único que ha conseguido es dar pena. Vergüenza ajena. Si buscaba los votos de los 400.000 españoles de allí, mucho me temo que fácil no se lo va a poner la maquinaria burocrática que maneja el PP, por mucho que Margallo les haya devuelto el embajador ¿Aumentar votos aquí con ese viaje? No se lo cree ni él.
Por eso tiene que despedir a su asesor de imagen, porque a cambio de una rentabilidad más que dudosa, ha hecho el ridículo más espantoso. Como Pedro Sánchez, que lleva dando palos de ciego desde el otoño pasado y cada vez nos pone más difícil entender a qué juega desde entonces. De torpeza en torpeza hasta el desastre final. Fichajes a bombo y platillo como Irene Lozano o la comandante Zaida Cantero duermen ya el sueño de los justos. Se le va Chacón, rescata a Margarita Robles y a… Josep Borrell, denigrado en su día sin piedad por FelipeAlmunia y todo el aparato de Ferraz. Renovación pura y dura, sí, señor.
Escuchando los discursos de Sánchez me parece estar oyendo a los futbolistas cuando los entrevistan al final de un partido. Previsible y repetitivo: “la política es así”, “unas veces se gana y otras se pierde”, “hay que tener mentalidad positiva”“seguiremos trabajando hasta conseguir nuestros objetivos”… Ahí está, quemándose a fuego lento mientras en su entorno los buitres permanecen al acecho. Lo tienen sentenciado, y pareciera que están más interesados en acabar con él que en conseguir el 26 de junio un buen resultado electoral.
Y del PP… ¿qué me dicen? Aznar y Rajoy están como Mourinho y Guardiola en Manchester. Uno de los dos sobra en esta ciudad, forastero, parecen decirse, menuda guerra se traen. Los del aparato no quieren ni ver a Josemari en los mítines, que bastante tienen ya con torear la embestida judicial de cada día. Y el todavía presidente de honor del partido contraataca organizando para el 27 de junio, día de la resaca electoral, el comienzo en El Escorial de los cursos de verano de la Fundación FAES.
Rivera a por uvas en Venezuela, Sánchez en la inopia mientras a su vera se reparten ya sus despojos, y Mariano con el aliento de su otrora mentor en la nuca. Decididamente, están empeñados en que gane Podemos.
J.T.

viernes, 20 de mayo de 2016

Ana y su cámara, en el banquilllo



Le quisieron quitar la cámara y ella se negó. Aquel 24 de noviembre de 2012, los maderos no parecían estar dispuestos a que Ana los grabara mientras ellos actuaban en la Alameda sevillana contra los ocupantes de la corrala “La Ilusión”, en la calle Lumbreras. Ana García Benítez, reportera gráfica de televisión, treinta y cuatro años, tres menos por aquel entonces, carácter y determinación bien plantados, se negó a que los presuntos servidores públicos le impidieran hacer su trabajo. Había sido enviada a la cobertura sin compañero de equipo: ella sola, ella misma con su mecanismo ¡viva la optimización de recursos! Eso debió hacer crecerse a la pasma que, conocedora de la falta de solidaridad en este cada vez más prostituido oficio de comunicar, vio el campo libre para intimidarla. Como Ana –hay que conocer a Ana- no se amilanó, ella y su cámara acabaron en el furgón policial y mi querida cascarrabias terminó pasando veinticuatro horas en los calabozos.

Si en lugar de calabozos sevillanos hubieran sido madrileños, si en lugar de una currante precaria se hubiera tratado de un cámara “first class” pongamos de Tve, Efe o Telemadrid, el pollo que se hubiera montado podía haber llegado a tener hasta repercusión internacional. Pero esto del extrarradio es lo que tiene: muchas de las cosas que ocurren, no existen. Y si a ello le sumamos la precariedad laboral, pues nos acaba saliendo una funesta ecuación cuya resultante es ahí te pudras.

Estos días, tres años y medio después de aquellos vergonzosos acontecimientos, se “celebra” el juicio contra Ana y tienen las narices de pedirle ¡nueve meses de cárcel! Si la repercusión de su detención fue vergonzosamente escasa, la del juicio ahora no se queda atrás en desidia. Si no fuera por la Asociación de la Prensa de Sevilla, algún que otro medio andaluz y ese eficaz invento llamado Facebook, apenas nos habríamos enterado.

Ignorar el marrón que le pretenden colgar a Ana es apostar por la degradación del oficio periodístico, por la barra libre para todo aquel que nos quiera faltar el respeto, es facilitar la impunidad de aquellos a quienes molesta la presencia de testigos incómodos en lugares comprometidos. Si alguien piensa que es solo a Ana a quien están juzgando, se equivoca. Nos están juzgando a todos. Y nos están mandando avisos indisimulados del riesgo que corremos si queremos hacer nuestro trabajo, aunque sea en precario, de manera honesta y resuelta.

Con el juicio a Ana García Benítez salimos perdiendo los profesionales de la información, los ciudadanos y la libertad de expresión. Ana plantó cara y ahora quieren que lo lamente. Los medios de comunicación no lo cuentan y a muchos de los periodistas que callan esta historia no se les cae la cara de vergüenza, como tampoco se les cae cuando toleran sumisos, dóciles y genuflexos las presiones y amenazas que reciben del poder. Con su silencio certifican su cobardía.


J.T.