jueves, 30 de junio de 2016

El Watergate de Fernández Díaz

Cada día que pasa, Jorge Fernández Díaz me recuerda más al insigne José María Ruiz Mateos. Cuando alguien del Opus le echa cara a la vida, no hay quien le gane. Amparados por ángeles de la guarda y rodeados de vírgenes condecoradas, los miembros de la Obra son imbatibles a la hora de plantar cara a la adversidad: "lo tengo todo en contra, pero tengo a dios conmigo".

Sigue nuestro todavía ministro del Interior al pie de la letra el apotegma número 12 de "Camino", el librito de meditaciones donde Escrivá de Balaguer insta a sus discípulos a "crecerse ante los obstáculos. La gracia del Señor -escribió el santo varón- no te ha de faltar: "inter medium montium pertransibunt aquae!" ¡Pasarás a través de los montes!" Y en esas parece estar Fernández Díaz, echado al monte directamente, como Ruiz Mateos en sus mejores tiempos.

Que te pillen con las manos en la masa, conspirando en tu despacho oficial para buscarle la ruina a opositores políticos, espiándolos a ellos y a sus familias, manejando pruebas falsas y planeando cómo difundirlas... que esas conversaciones estén grabadas y que tu voz se escuche con tal nitidez que no deja lugar a dudas, eso es un watergate en toda regla.

Que acto seguido decidas actuar demonizando el hecho de haber sido grabado, dejando de lado la gravedad del contenido de lo hablado, igual es un acto reflejo de quien, acostumbrado a confesarse con frecuencia, tiende a confundir sus blindados diálogos de confesionario con el peligro intrínseco de las conversaciones que mantiene en su despacho. El ministro está tardando en entender que no todos los interlocutores son curas obligados al secreto de confesión, y que los teléfonos móviles son peligrosos artefactos que carga el diablo. Si no andas fino, te pueden dejar con el culo al aire.

Se revuelve Fernández Díaz como gato panza arriba porque, desde su atalaya, le cuesta asimilar que no exista la impunidad absoluta, que los mecanismos de poder en los que se mueve, y que con tanto desahogo maneja, no estén sirviendo en este caso para atajar la publicación de sus maquinaciones y sus intrigas. Tardará en dar su brazo a torcer, nada de transigir, como recomienda Escrivá de Balaguer en la máxima número 398 de Camino: "La intransigencia no es intransigencia a secas: es "la santa intransigencia". No olvidemos -añade el fundador del Opus Dei- que también hay una "santa coacción". Esa convicción de estar siendo coaccionado fue la que llevó a Ruiz Mateos a ponerse el mundo por montera.

Es muy posible que la manera de actuar del ministro se deba a su convencimiento de que también está siendo coaccionado, olvidando que sus conspiraciones contra políticos catalanes independentistas es un asunto demasiado serio. Por eso se defiende atacando, como hizo PedroJota cuando lo de Exuperancia. Pero mucho me temo que no es lo mismo. Más pronto que tarde lo entenderá, como le ocurrió al presidente estadounidense Richard Nixon quien, hasta que las evidencias no acabaron acorralándole, no asumió que si espías a rivales políticos con los mecanismos que el Estado pone a tu disposición desde tu puesto de responsabilidad, y te pillan, la única salida es hacer mutis por el foro. Nixon tardó dos años en entenderlo. ¿Cuánto tardará Fernández Díaz? ? ¿O pensará quizás que si se confiesa y el cura lo absuelve, ya no tiene que rendir cuentas a nadie más?

J.T.




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