miércoles, 1 de junio de 2016

Me duele Canal Sur

Pertenecer al equipo fundador de Canal Sur fue para mí un verdadero honor. Como muchos de mis compañeros de aventura, en los meses previos al día de la primera emisión, el 27 de febrero de 1989, me parecía estar como flotando todo el día ¡Menuda ilusión! Recuerdo perfectamente hasta los olores de aquel invierno del 88-89 en San Juan de Aznalfarache, y los de aquella primavera en el Aljarafe donde acabábamos exhaustos cada jornada y aún nos quedaban fuerzas para irnos a bailar hasta las tantas de la madrugada a los garitos de la calle Betis. Todo era demasiado bonito para ser verdad. Cuando Paco Lobatón, director de Informativos me contó el proyecto, me presentó a Paco Cervantes y a Salvador Domínguez “Salvi”, que eran los jefes máximos, y me ofreció montar la delegación de Canal Sur en Madrid yo me lo creí. Me creí que por fin iba a ser posible contar con un instrumento  de progreso y modernidad que contribuiría a poner a Andalucía en el mapa y que nos ayudaría a los andaluces a conocernos mejor los unos a los otros. Y dije que sí encantado, con la sensación de tener en mis manos el mejor juguete de reyes posible, orgulloso de figurar entre los pioneros de un proyecto que ayudaría a modernizar y a dinamizar nuestra tierra.

¡Qué equivocado estaba! No pude ser más iluso. En menos de un año la realidad se encargó de despertarme de mi sueño a base de bofetadas. En el mes de julio estaba yo en Reikiavik cubriendo un viaje institucional de los reyes y allí me llamó Lobatón para contarme que Salvi, Cervantes, él y casi todo el resto del equipo directivo abandonaban el barco. Todo un mazazo, seis meses escasos y primera crisis en toda regla. Se marcharon también Félix Bayón, y Charo Fernández Cotta, y Marià de Delàs… Nos quedamos en pañales. Boni R. Cañibano asumió la dirección de Informativos y me ofreció la subdirección de Edición, así que me trasladé a Sevilla, ya con la mosca detrás de la oreja, pero con la secreta esperanza aún de que aquello aún podía merecer la pena. Craso error: ni Boni ni yo acabamos el año en nuestros puestos. El nuevo director general, Manuel Melero, no tuvo ningún pudor  en ejercer de comisario político puro y duro desde el primer día. Su objetivo era convertir la tele en un instrumento de propaganda al servicio del gobierno socialista andaluz y complacer sin fisuras a Gaspar Zarrías, el gran muñidor durante lustros de las más oscuras y siniestras conspiraciones e intrigas palaciegas que en nuestra tierra han sido.

Soñaba yo con una tele que acercara Huelva a Almería, que ayudara a los andaluces a conocerse y a entender mejor su pasado, su realidad social y económica, que les contara de dónde vienen y por qué. Soñaba con programas culturales como vehículo de estímulo para aprender y saber más de nosotros mismos. Soñé con la posibilidad de elaborar una programación que fuera un guiño para los inteligentes y un sabroso entretenimiento para quienes se sentaran frente al televisor con ganas de aprender y divertirse a la vez. Pensé, ingenuo de mí, que los informativos podrían elaborarse de una manera plural, imparcial, objetiva, honesta. Las televisiones autonómicas que nos precedieron, TV3 y ETB, servían descaradamente los intereses de los gobiernos de derechas que las habían puesto en marcha, pero en Andalucía eso no iba a ser así, quise soñar. En Andalucía había un gobierno “de izquierdas” que no renunciaría al carácter de servicio que se supone ha de tener una televisión pública ¿se puede ser más ingenuo?

Apenas se sentó en el sillón de director general, Manuel Melero trufó los puestos de responsabilidad, tanto en la radio como en la tele, tanto en Sevilla como en las delegaciones provinciales, de subcomisarios políticos cuyo objetivo, para el que hay que reconocerles que han sido harto eficaces, era garantizar la continuidad  del Psoe en el gobierno andaluz. Confeccionaron una programación de perfil bajo y cutre, manipularon descaradamente los informativos mañana, tarde y noche y así continuamos desde entonces.

Me duele mucho Canal Sur. Siempre me dolió, y ahora me duele mucho más. Aunque suene cursi, la veo como un hijo descarriado, al que no le ha ido mal en la vida, pero que nada de lo que ha hecho ni hace tiene que ver con lo que tú hubieras querido que hiciera. Me acuerdo mucho, y con mucho carriño, de los jóvenes veinteañeros que nutrían aquella redacción, llenos de vida y cargados de ganas de comerse el mundo, ahora ya cincuentones todos y buena parte de ellos quemados a fuego lento, viendo la vida pasar durante años desde su mesa y su ordenador, y comprobando cómo a los jefes les importaba un pimiento la información honesta y solo aspiraban a perpetuarse en el cargo pagando el precio que hiciera falta. Lo consiguieron, se perpetuaron. No quiero saber cómo, ni a qué precio, ni con qué prebendas porque lo único que siempre me interesó saber es cuándo Canal Sur tendrá la oportunidad de ser una radiotelevisión decente y útil, como yo creí que podía ser el día en que decidí sumarme al proyecto fundador. De corazón espero que el feo asunto de las conexiones de Canal Sur con los corruptos de Ausbanc sea una excepción, una gota en el océano y no el hilo de una espesa y pestilente madeja.

A pesar de su lamentable deriva, Canal Sur continúa siendo mi criatura, por mucho que haya transgredido tanto el buen gusto como el derecho a la información durante tantos años. No me gustaría verla acabar como Telemadrid o, mucho peor, como Canal Nou. Seguro que algún día puede llegar a ser la tele que siempre soñamos quienes la pusimos en marcha. Mientras tanto, seguirá siendo un honor figurar en la lista negra. Lo único que me fastidia es compartir algo con Antonio Burgos.

J.T.

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