jueves, 29 de septiembre de 2016

Una sublevación chapucera

Como los sublevados no las tienen todas consigo, a la hora de dar la cara le han dejado el papelón a actores secundarios.
– La máxima autoridad en el Partido Socialista, les guste o no a algunos, soy yo.
Verónica Pérez vivía la mañana de este jueves, a las puertas de Ferraz, el momento de gloria más sonado de su vida. Patético, pero indiscutible momento de gloria. Mandará mucho, pero no le hicieron ni caso y la presidenta de la mesa del Comité Federal se tuvo que volver a los atascos madrileños con el rabo entre las piernas.
Tan famoso como Verónica se ha hecho también en veinticuatro horas Antonio Pradas, encargado de presentar, la tarde de este miércoles en el registro de la sede federal, el documento con las firmas de los diecisiete rebeldes y acto seguido pasearse por radios y televisiones para quejarse de que no le habían dejado entrar en su despacho de número tres del PSOE ni para recoger la foto de su hijo.
Para tener detrás a Felipe, Zapatero, Puig, Page, Bono, Varas, Madina, Rubalcaba y El País entre otros muchos conspiradores, la verdad es que el pronunciamiento de la tarde del 28 de septiembre les ha salido un poco chapuza a los diecisiete y sus muñidores. Susana Díaz, presunto elefante blanco, parece que está y además se le espera, pero continúa amagando sin acabar de rematar la faena.
Mentir, apuñalar, traicionar, ese es el denominador común de las tragedias griegas y de los dramas de Shakespeare, ahí se encierran desde hace siglos los mejores retratos de la condición humana: ambiciones, pasiones, envidias, celos, venganzas… y una clave fundamental: la soberbia. ¿Fue quizás la soberbia la causa del determinante lloriqueo de Felipe en la Ser?
Me ha engañado, Pepa, Pedro me ha engañado. Me dijo que se abstendría en segunda votación y no lo ha hecho.
Mintió tanto en su vida (Otan; dos por el precio de uno; jamás se me ocurriría fundar el Gal…) que bastaba fijarse en él para aprender. Y eso, fijarse bien en Felipe, parece que es lo que debió hacer en sus años jóvenes Pedro Sánchez, quien ahora lo ha llevado al huerto, Y eso, el otrora Gran Timonel chino no lo puede soportar. Como un Boabdil cualquiera, se pone a llorar por las esquinas. Un llanto emocionado y tan contagioso, que actuó como detonante hasta el punto que en pocas horas ya sobraban voluntarios para sublevarse. Una florida macedonia de frutas con todos ya sin careta y dispuestos a lo que hiciera falta. Todos, menos el ariete con el parecen estar de acuerdo para derribar la puerta del castillo. Susana sigue y sigue mareando la perdiz, sin precipitarse, como le enseñaron a hacer desde pequeñita sus mentores Luis Pizarro y Gaspar Zarrías, los principales artífices de todos los juegos sucios merced a los cuales el PSOE lleva casi cuarenta años seguidos gobernando Andalucía.
Cuando todavía no habían echado de Cuatro a Jesús Cintora, un buen día coincidieron en directo a través de dúplex Alberto Garzón, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, este último a punto de convertirse en Secretario General del PSOE. Iglesias y Garzón criticaron duramente a Felipe González en aquel debate y a Pedro Sánchez le faltó tiempo para saltar:
– Bromas todas las que queráis, pero con Felipe González un poquito de por favor, ¿eh?, dijo textualmente.
Vistos los últimos acontecimientos, parece ser que el cuento ha cambiado un poquito, ¿no?. Claro que, si nos dejamos ilustrar por los clásicos griegos y los dramas de Shakespeare, igual los cuchillos estaban ya por aquel entonces afilándose en las trastiendas.
Ahí seguirán, los cuchillos… y sus dueños, tapados mientras no vean las cosas suficientemente claras, y entretenidos ahora al parecer buscando agujas de coser en tan revuelto y revoltoso pajar. Ya han conseguido diecisiete voluntarios para quemarse en la primera entrega de esta historia. Solo les falta redondear la faena con el próximo episodio de la serie: la abstención de al menos once sublevados para investir a Rajoy antes del 30 de Octubre. Tampoco les faltarán voluntarios dispuestos a inmolarse. Lo que haga falta con tal de saborear unos minutos de gloria. ¡Quién me iba a decir a mí que llegaría un día en que Pedro Sánchez me iba a caer simpático!
J.T.

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