miércoles, 29 de marzo de 2017

Emilio Botín sigue ganando batallas

Tras la designación digital -a dedo- de Susana Díaz, por parte de Pepe Griñán, como presidenta de la Junta de Andalucía, los banqueros y grandes empresarios empezaron a desfilar por San Telmo para rendir pleitesía a la flamante lideresa. A medida que transcurre el tiempo, parece que va quedando mucho más claro que aquello no fue una simple casualidad.
Los poderosos, y la antigua guardia pretoriana del PSOE, habían encontrado a quien andaban buscando. Para que parezca que las cosas cambian, pero todo continúe como está, es bueno buscar entre quienes vienen detrás la persona dispuesta a hacer ese trabajo con eficacia y convicción. Y la encontraron.
Había que hacer encajar los intereses del dinero con los de la derecha en el gobierno, con los de los socialistas que habían gobernado el país y manejado los hilos en el partido, y también con los de quienes, gracias a su trabajo en el PSOE, o al cargo de representación que ostentan en su nombre, tienen desde hace muchos años la supervivencia asegurada.
Nada parecía correr peligro hasta que la aparición de Podemos generó serios temblores de piernas en los cenáculos políticos y económicos. Para colmo de males, Pedro Sánchez les salió rana y hubo que organizar un golpe de estado a cara descubierta. Así, tras ayudar al Partido Popular a recuperar el gobierno y ya sin pudor, cuando el defenestrado opta por plantar cara, se decide organizar una intimidante manifestación de poderío con la que arropar la candidatura de Díaz a la secretaria general socialista, para que a nadie le quepa duda sobre qué camino es el “correcto” cuando llegue el momento de votar en las primarias y en el congreso.
Ellos, quienes apoyan a Susana Díaz son, aseguran, cien por cien PSOE, la esencia, la sustancia, el perejil imprescindible. ¿De qué PSOE? ¿Queda algo de aquel PSOE que ilusionó a diez millones de votantes en 1982? ¿Queda algo de aquel Felipe, de aquel Guerra? ¿Acaso se reconocen cuando escuchan y ven lo que decían y hacían hace cuarenta años? ¿En qué caladeros piensan pescar los reunidos en Fibes el domingo todos los respaldos que necesitan?
¿Qué PSOE es el de esa esa foto de todos juntos arropando a la candidata blanca? ¿A quiénes y a cuántos representan, aparte de a sí mismos? Cuando son necesarias tales exhibiciones de fuerza, se está reconociendo la propia debilidad. Si la intención el domingo 26 de marzo en Madrid fue asustar a los díscolos, malo. Si lo consiguieron, porque no hay reacción más imprevisible que la del asustado. Y si no lo lograron, pues qué quieren que les diga.
¿De verdad,, con aquella puesta en escena, aspiraban a transmitir ilusión? ¿A cuántos? ¿A quiénes? Si era al ABC o La Razón, entonces no tengo nada que decir. Pero para ilusionar al votante de a pie, ¿no tendrían al menos que ayudar a Díaz a enhebrar frases menos trilladas y con más sustancia de las que pronunció? ¿Con mensajes  como “hay que levantar la voz”, “aquí tienen cabida todos”, y “tenemos que liderar un proyecto que se haga cargo de España” esperan llegar muy lejos?
Me pregunto si, tras la solemne entronización del pasado domingo, tanto los venerables dinosaurios como la gran esperanza blanca tienen alguna carta escondida en la manga que el resto de los mortales desconozcamos. Imagino que así será porque, con la mili que reúnen todos juntos, no creo que se arriesguen a dar puntada sin hilo. Pero a simple vista no se intuye, la verdad. Para atraer los votos que necesitan, siempre que el juego sea limpio, sobra parafernalia y faltan argumentos. A menos que, como ha dejado dicho Gabilondo, hayan apostado por el órdago a la grande contemplando incluso la hipótesis del suicidio.
Frenado el efecto Podemos, donde el viejo sistema le llegó a ver las orejas al lobo, ahora buscan recomponerse hasta conseguir rehabilitar el entrañable bipartidismo que tantas alegrías les dio en sus vidas. “No existe una derecha transformadora a la izquierda del PSOE“, proclama la misma persona que entregó en bandeja el gobierno a Rajoy. Extraña manera de reivindicar la izquierda escorando hacia la derecha.
Dos días antes de morirse, el banquero Emilio Botín admitió públicamente lo preocupado que estaba por cómo iban las cosas en Catalunya y por el peso que estaba adquiriendo Podemos en el panorama político nacional. Pero que no se inquiete el viejo banquero allá donde esté, porque Susana Díaz y el gran aparato que la respalda parecen dispuestos a que, incluso después de muerto, Emilio Botín continúe ganando batallas.
J.T.

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