domingo, 16 de abril de 2017

Los ministros en la Semana Santa más militar


Una docena de legionarios acudieron al hospital materno infantil de Málaga el pasado día diez de abril, lunes santo. Traían regalos a los pequeños enfermos y una sorpresa final: en la ludoteca del centro interpretaron para ellos la canción más conocida de esta fuerza militar creada por José Millán-Astray y en la que, entre otros, figuran estos versos:

Soy un hombre a quien la suerte/ hirió con zarpa de fiera,/ soy un novio de la muerte/ que va a unirse en lazo fuerte/ con tal leal compañera

Estos novios de la muerte no fueron al hospital infantil solos. Les acompañan representantes de una de las cofradías más famosas de Málaga, la del Cristo de Mena, también llamado de la Buena Muerte, una hermandad que desde hace décadas, justo merced a la legión, acapara los jueves santos en la ciudad gran parte del protagonismo.

Así volvió a ocurrir este jueves santo día trece. Por la mañana, fueron los legionarios los encargados de trasladar la imagen desde su templo hasta el trono, tras ofrecer en el puerto una ceremonia de desembarco sobrecargada de efectismo y recorrer a paso ligero buena parte de las calles malagueñas. Y por la tarde, durante la procesión oficial, interpretaron sin descanso a lo largo de todo el recorrido la misma canción que le dedicaron a los niños del materno infantil el lunes diez de abril.

Estaban contentos esta Semana Santa en la cofradía de Mena, pues días antes supieron que el ministro del Interior había decidido otorgar a su hermano mayor la Cruz al Mérito Policial con Distintivo Blanco. Juan Ignacio Zoido no parece dispuesto a ser menos que su antecesor, quien durante su mandato condecoró a la virgen del Pilar de Zaragoza y a la del Amor de Málaga. No fue el primero Jorge Fernández Díaz, porque los socialistas José Antonio Alonso y Alfredo Pérez Rubalcaba también condecoraron, cuando estaban al frente del ministerio del Interior, a varias cofradías.

El miércoles doce, la ministra de Defensa, Dolores de Cospedal ejerció, también en Málaga, de mayordomo en uno de los tronos de las Cofradías Fusionadas, donde desfilan militares de la Brigada Paracaidista. La acompañaba Rafael Catalá, ministro de Justicia, para quien “rechazar la presencia de militares en actos o sociales es ir contra el sentir popular”. La Guardia Civil tampoco falta en esta amplia y generosa presencia de lo militar en la Semana Santa malagueña. El benemérito cuerpo escolta los miércoles a la hermandad de la Expiración, y allí estuvieron también Cospedal y Catalá, como en tiempos de Franco hacía cada año su ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, que acabaria siendo nombrado hermano mayor honorario perpetuo de la cofradía.

Cospedal aún no ostenta tal honor, pero parece decidida a hacer méritos. Desde las dos de la tarde del
jueves hasta la medianoche de este domingo la bandera española ondeó a media asta “por la muerte de Cristo” en todas las unidades, bases, centros y acuartelamientos del país mientras miles de militares de los tres ejércitos, según el Observatorio del Laicismo, participaban en más de un centenar de procesiones en poblaciones de toda España, como en la del Santo Entierro el sábado en Sevilla, que Cospedal y Zoido presidieron juntos en los palcos de la plaza de San Francisco.

La bandera a media asta en los centros militares es “una tradición” que el PP mantiene desde que Mariano Rajoy es presidente, aunque hasta ahora no se había llevado a cabo en la sede de Defensa. La decisión aprovecha un hueco en el reglamento de honores militares vigente desde los tiempos de Carme Chacón al frente del ministerio, cuando se limitaron las muestras de duelo con la bandera a media asta al fallecimiento de un militar en acto de servicio, del titular de la Corona, de su consorte o su heredero, o -añadía- “cuando el Ejecutivo decida la medida”. Esta puerta abierta es la que ha
aprovechado el “tea party” del PP.

J.T.

jueves, 6 de abril de 2017

El “know how” del PSOE andaluz


Hay una manera de hacer política en Andalucía que, de acabar siendo importada al resto de España con la victoria de Susana Díaz en la pugna por la Secretaría General del PSOE, nos introduciría en parecida dinámica a la aquí existente desde que se celebraron en 1977 las primeras elecciones democráticas. Una manera de pensar del aparato socialista andaluz cuyo resumen podría ser el siguiente:

1. El PP es partido de los señoritos, que son pocos, no le hacen asquitos a la corrupción y heredaron de UCD aquel “Andaluz, este no es tu referéndum” que aún les pasa factura treinta y siete años después. Los de centro derecha decentes, en Andalucía y en toda España, somos nosotros.

2. A nuestra izquierda, nadie tiene nada que hacer. Nuestro elector medio no traga a los ricos, pero tampoco quiere disgustos con los ahorrillos ni con el piso de la playa y sabe que nosotros le proporcionamos tranquilidad. El porcentaje de votos de Podemos en todo el país debe llegar como mucho entre el quince y el veinte por ciento, que es lo máximo que los partidos a la izquierda del PSOE han conseguido siempre en Andalucía.

3. Los nacionalismos en nuestros dominios no ofrecen nada mejor que lo que proporcionamos los socialistas. Juegan a progresistas pero son de derechas, como todo nacionalismo. Por poco progresistas que seamos nosotros, siempre lo seremos más que ellos. Por eso hemos conseguido que se queden prácticamente sin votantes.

4. Cuando otros partidos deciden aliarse contra nosotros, lo que consiguen es que salgamos reforzados, como ocurrió entre 1994 y 1996 cuando Partido Popular e Izquierda Unida practicaron aquella célebre “pinza” para intentar desgastarnos porque gobernábamos en minoría.

5. Cuando otro partido gobierna en coalición con nosotros, acabamos desactivándolos. Tanto Partido Andalucista como Izquierda Unida perdieron apoyo en las elecciones posteriores a aquellas legislaturas en que gobernaron en coalición con nosotros.

6. Hay agricultores de Jaén, Córdoba o Sevilla, pequeños empresarios y gentes de clase media en toda Andalucía que son de derechas, pero que votan socialista en las autonómicas porque saben que salen ganando. Solo hay que convencerlos de que votar socialista en las generales también será bueno para ellos.

Si a estas seis reflexiones le sumamos la destreza del aparato para los cálculos matemáticos, las purgas y los premios a la fidelidad, artes que llevan perfeccionando cuarenta años, nos encontramos con una máquina perfectamente engrasada y dispuesta para ser importada de la calle San Vicente en Sevilla, sede del Partido Socialista Andaluz, a la calle Ferraz de Madrid.

Todo esto es lo que piensan también en el club de los dinosaurios, al que últimamente alguien ha venido en llamar “socialismo tradicional”, aquellos que el 26 de marzo, fueron a Fibes a hacerse la foto y a cerrar incondicionales filas con la gran esperanza blanca de Triana. El know how andaluz exportado a toda España. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, piensan, y si en Andalucía llevan gobernando cuarenta años seguidos por algo será. Si los trabajadores de su manipulada televisión arman menos ruido que otras, por algo será. Si a pesar de los pésimos índices de bienestar en la Comunidad, a Susana se la comen a besos en las plazas de los pueblos que visita, por algo será.

Todo eso es lo que hay detrás de las desahogadas expresiones del responsable en Málaga del aparato del PSOE en la provincia. Lo que dijo es lo que piensan la mayoría de quienes, instalados en las instituciones desde hace decenios, no están dispuestos a que nadie ponga en peligro su, por otra parte, única fuente de ingresos que han tenido en su vida. Como se pregunta Odón Elorza, habría que saber cuántas charlas “formativas” de ese tipo se han dado a las juventudes socialistas para justificar el golpe de octubre demonizando a Pedro Sánchez, al PSC y  a los diputados socialistas que se negaron a abstenerse cuando se le otorgó el gobierno a Mariano Rajoy.


El triunfo del estilo andaluz en las primarias y en el congreso del PSOE tendría, si llega a producirse, carácter de acontecimiento histórico. Si más tarde consiguieran convertirlo en votos en unas elecciones generales, habría que quitarse el sombrero y reconocer que son unos genios.

J.T.